«Siembra en los niños ideas buenas aunque no las entiendan… los años se encargarán de de descifrarlas en su entendimiento de hacerlas florecer en su corazón.»
Maria Montessori
AUTOR
Peace Love Vegan
PUBLICADO
22 de Mayo de 2021
Como os contaba en el primer capítulo de «A la deriva», el veganismo y la crianza respetuosa es como andar descalza sobre una cuerda y tenemos que mantener el equilibrio para no caernos, pero será inevitable balancearse hacia un lado o el otro.
En este capítulo, os hablaré de la primera y la segunda fase, y empezaré por contaros cómo llevamos a cabo el veganismo con Maia desde que empezamos con la alimentación complementaria, a los seis meses. La primera fase fase duró desde los seis meses hasta empezar su primer curso en la escuela.
Con Maia practicamos el BLW, es decir, pasamos directas a los arbolitos de brócoli en lugar de darle purés. Maia jamás ha probado un «potito», ella ha aprendido a comer sola y con comida normal, nada de triturar, ni pesar, ni chantajearla para que coma. Tampoco hemos utilizado tácticas como la del avioncito con la cuchara ni el tenedorcito volador. Ella sola ha controlado las cantidades con las que se ha sentido saciada y ha comido lo que su cuerpo le ha pedido en cada momento.
Tampoco ha tomado nunca biberón, le he dado pecho a demanda desde que nació, y alargamos la lactancia materna hasta los tres años y medio.
Jamás le hemos metido una cuchara en la boca sin su consentimiento. No la hemos obligado a comer, ni la hemos insistido. Lo que sí hemos hecho es ofrecerle los alimentos, y de ahí, ella solita ha hecho el resto.
Lo bueno del BLW es que no hay que cocinar aparte, ella siempre ha comido lo que nosotras comíamos, lo que sí hicimos, fue adaptarnos nosotras un poco a los alimentos que ella podía comer.
Los primeros meses, prescindimos de la sal, comimos mucho más limpio, verduras cocidas sin mucha elaboración etc. Esto nos ayudó mucho a la hora de las comidas porque Maia siempre ha podido comer lo que había encima de la mesa, nunca le hemos tenido que decir NO a nada. Quería probar lo que había en nuestros platos, y así lo hacía.
Y ahora que lo pienso, es más o menos lo que hemos hecho hasta ahora con el tema vegano. Maia, estando con nosotras y con el resto de la familia, nunca ha sentido que come distinto porque siempre ha comido todo lo que ha tenido a su alcance.
Como os contamos en el post «Noche de Paz» rara vez nos sentamos en una mesa de cadáveres de animales. Tenemos varios grupos de amistades con las que podemos ir a comer, y otras, con las que hacemos otros planes, no es tan difícil organizarse. Con Maia simplemente hemos seguido haciendo lo que hacíamos antes, así que la comida que ve Maia cuando está con nosotras, siempre es vegana.
Como os contamos también en capítulos anteriores, la familia de Mikel se pasó a nuestro lado verde, por lo tanto, en casa de la abuela y de la tía las opciones que se le ofrecen siempre son veganas y en casa de mi familia, a ella le ofrecen alimentos veganos, así que todo normal.
Aparte de ésto, están los cumpleaños. Aquí lo teníamos «fácil». Podíamos prever. Podíamos preguntar si iban a poner opciones veganas, y si no había, llevábamos nosotras.
Pero, qué pasaría si aunque hubiera opciones veganas, al llegar le apetecían las opciones no-veganas?
Pues para que esto no ocurriese, teníamos dos tácticas (hablo en pasado porque ahora ya sabe diferenciar lo que es vegano y lo que no, y si tiene dudas, lo pregunta, por lo tanto, a día de hoy ella ya tiene la información suficiente para elegir por sí misma, así que hoy por hoy lo hacemos de otra manera.)
La primera táctica era que saliese de casa llena. Le dábamos lo que más le gustaba, daba igual que fuera un bizcocho, o dos, lo hacíamos sin azúcar y listo, para que comiese agusto y fuera con ganas de jugar y no de comer.
La segunda táctica era llevar un porsiacaso muy apetitoso, algo colorido, que no solamente nuestra hija quisiera comer, sino que el resto de niñas y niños también quisieran comerlo cuando lo viesen, hacíamos que se sintiera especial, pero para bien. Aquí teníamos que currárnoslo un poco en la cocina, no le íbamos a mandar con una manzana en trocitos a un cumpleaños donde iban a servir una tarta gigante de chocolate con estrellitas de colores y la cara de pepa pig. Maia siempre se ha sentido orgullosa de sus opciones, porque sus opciones siempre han sido muy elaboradas y apetitosas, así que no ha hecho mucho caso al resto.
Estas tácticas eran útiles en el entorno familiar y amistoso, era fácil tener el tema controlado, pero claro, la vida está llena de sorpresas e imprevistos y no podíamos controlarlo todo.
No podíamos controlar a la amiga de tu abuela regalándole una rosquillita de forma repentina, ni a la vecina que aparecía ofreciéndole una chocolatina…
Por lo tanto… aquí llegaba el momento cuerda y el balanceo.
Aunque no debería, hay algo que ocurre muy a menudo, por tema de alergias e intolerancias, nadie debería ofrecer comida a ninguna niña y menos aún a niñas tan pequeñas, porque a esa edad, ellas no entienden bien qué pueden comer y que nó. Imaginaos a una niña con intolerancia a la lactosa, o celíaca, a la que ofrecen día sí, día también, galletitas, phoskitos y kinder buenos en el parque. La pueden mandar directa al hospital en un abrir y cerrar de ojos. NO SE DEBERÍA ofrecer comida basura a las niñas NUNCA pero menos aún, si no sabemos nada de su vida y les podemos hacer daño. Pero por alguna extraña razón, se sigue haciendo, así que imaginad que estáis en el parque y a un señor se le ha ocurrido darle una galletita a vuestra hija y a su amiguita… qué hacer en estos casos?
Aquí no sirven nuestras tácticas de prevención, es una edad complicada, queremos que sea ella quien elija pero como le explicamos la verdad? Cómo le explicamos que en esa galletita hay muerte y crueldad a un bebé que aún apenas no sabe ni hablar?
Si fuese alérgica, o celíaca, o si tuviera algún problema de salud, sería distinto, los argumentos que le iríamos dando serían otros. Pero Maia ni es alérgica ni tiene ninguna enfermedad, y tampoco queremos que sienta que la tiene. El veganismo no es una imposición, es una elección, y queremos que nuestra hija crezca sabiendo que eligió desde que tuvo uso de razón.
Así que toca improvisar y salir del paso como podamos.
Para salir de estas situaciones, teníamos que ir siempre preparadas a los sitios, el paquete de galletas de urgencia siempre en el bolso o en el carrito, daba igual que no fueran lo más sano del mundo, no podemos vivir tampoco en constante agonía por todo ni podemos competir con una chips ahoy, ofreciéndole un trozo de pera. Hay que priorizar y pensar en todo. Lo que intento explicar es que tenemos que salir de las situaciones como podamos, y pase lo que pase, mantener siempre la calma.
Teníamos que jugar con nuestra rapidez y con el despiste, teníamos que ofrecerle un buen plan B para que rechazase el plan A, teníamos que hacer que fuera ella quien elija. Necesitábamos que nos elija. Para cuando alguien le ofrezca un Kinder bueno, ayuda tener siempre unas oreo a mano (Menciono las oreo por poner un ejemplo)
Estar preparadas y ser previsoras para poder salir de este tipo de situaciones comprometedoras con unas buenas armas era lo más importante a esa edad. La improvisación con naturalidad, fuera angustias y caras raras, si habéis fallado y no habéis ido preparadas, asumidlo, pero que no lo paguen vuestras hijas e hijos. Y si no sale bien el plan B tampoco os angustieis, nosotras también hemos fallado en varias ocasiones, en una ocasión por ejemplo, Maia se comió unos cuantos fantasmicos porque no hubo otra salida, no había plan B, si os ocurre eso podéis gritar por dentro, patalear, jurar en hebreo o lo que más os consuele, pero a ella sonreídla, que no está haciendo nada malo, sólo está compartiendo un paquete de heladitos que le está ofreciendo su primito al que adora (visto desde su perspectiva, como una niña de año y medio de edad).
Hay que priorizar. No la confundais. No la obliguéis. No le quitéis la comida bruscamente de las manos, y mucho menos de la boca. Verbalizad y ofrecedles alternativas con una sonrisa en la boca. Y si no eligen lo que vosotras queráis que elija… pues perfeccionad vuestras tácticas y sed más previsoras en el futuro. Ganaos su confianza, pero sobre todo, que ellas ganen la suya propia. Queremos hijas empoderadas, seguras y fuertes.
Forjad el apego. Es momento de apego.
También tenéis que tener en cuenta, que es muy importante saber si vuestras hijas veganas son alérgicas a los lácteos y a los huevos y la única manera de saberlo es ofreciéndoles esos alimentos, nosotras no se los hemos ofrecido jamás, no hizo falta ya que nos pareció muy buena idea aprovechar estas situaciones fallidas para saberlo (no hay mal que por bien no venga). Gracias a los fantasmikos de aquel día, supimos que nuestra hija no tenía alergia a la leche.
Todo esto, esta forma de proceder, esta primera fase, duró hasta el comienzo de su escolarización.
Improvisamos como pudimos y salimos airosas de la mayoría de situaciones.
Pero se acercaba el momento de empezar a la escuela infantil.
Se acercaba la segunda fase.
Después de casi dos años y todo bastante tranquilo, estábamos bastante expectantes por lo que iba a suceder con el comienzo de la escuela.
Por primera vez en su vida, con 1 año y ocho meses de edad, se iba a sentar a diario en una mesa no-vegana, sin ser consciente de que esa «comida» que tenían el resto de niñas y niños, eran trozos de animales muertos…
Cuando empezó, tuvimos una reunión con sus acompañantes, nuestra prioridad era Maia y su salud mental. Nos preguntaron a ver si tenían que prohibir a Maia comer de la comida de sus amiguitas. Mikel y yo pensamos mucho en este tema. Tomar esta decisión fue muy complicada, les dijimos a las profesoras que nos avisaran de los cumpleaños para preparar nosotras bizcocho vegano para ella, pero claro… el día a día que? qué hago si Maia quiere intercambiar un nugguet vegano por uno no vegano? Ella no veía la diferencia entre ciertas cosas, no hay una diferencia visible entre una tortilla de patata vegana y una no-vegana, una salchicha vegana y una no-vegana…Hoy en día ya la sabe, porque pregunta, pero en aquel entonces, la desconocía. Cómo controlar esas situaciones si ni siquiera íbamos a estar? Las primeras fases son unas fases muy complicadas porque aún no tienen la capacidad de entender, por lo tanto no pueden elegir. No podemos ponerle las cartas sobre la mesa para que ella elija cual coger, para ella, en ese momento, todas las cartas son iguales… nos imaginábamos a todas sus amiguitas compartiendo su comida y nuestra pequeña en un rincón con la suya sin entender el porqué de no formar parte de las actividades a la hora de comer… sintiéndose distinta, pequeña, enferma y apartada… y no… no la podíamos hacer eso. Maia no está enferma. Y Mientras no entendiese el veganismo, no nos arriesgaríamos, Maia iba a ser una más, nada de prohibiciones. Les dije a las profesoras que no hicieran nada, que la dejasen a ella hacer y comer lo que quisiera, como si estuviese en casa…
Así que trazamos un plan, intenté prepararle a diario menús super completos, coloridos, postres muy elaborados, etc… fué ahí cuando empecé a hacer repostería, nunca me habían llamado los dulces, ni comerlos ni cocinarlos. Si os fijáis en nuestra cuenta de instagram, hasta antes de nacer Maia ni siquiera sale un mísero bizcocho. Aprendí a hacer bizcochos con endulzantes naturales, con dátiles, con frutas, etc… quería que empezara a comer cosas que iba a ir viendo en clase pero en versión vegana y lo más saludable posible. Todo para atraerla a nosotras, para que nos eligiera. Intenté con todas mis fuerzas ser creativa, madrugar mucho, y hacerle a diario cosas nuevas para que llevara a clase…
Y sabéis que?
Funcionó.
Nos fue eligiendo poco a poco.
Al de pocas semanas empezar a clase, hablé con una de sus acompañantes sobre el tema, os cito textualmente como fue la conversación.
-Que tal Maia? Muestra interés por la comida ajena?
-Ninguno.
-En serio?
-Si, no hace caso a la comida de nadie, juegan un poco alguna vez pero nada más, suele ser al revés, que su comida es la que llama la atención al resto.
-Y eso? porqué será?
-No me parece raro, creo que es porque ella lo tiene todo en sus platos, está muy ocupada con lo suyo como para prestar atención en el resto, da gusto verla comer.
Nos estábamos ganando a Maia, empezamos a darnos cuenta de que incluso en casa, rechazaba los alimentos parecidos a la carne. Pasaba del tema olímpicamente. Ni seitan, ni pollo vegano… nada… era y sigue siendo muy fan de platos de garbanzos, alubias o lentejas, su proteína vegetal favorita son las legumbres, siempre lo han sido. Así que su primer curso en la escuela infantil, fue muy intenso para mi, cociné mucho e intenté hacer que se sintiera satisfecha en todos los aspectos, y en todo el curso no tuvimos altercados, exceptuando algún trozo de bizcocho de cumpleaños de alguna madre que se olvidó de avisar que llevaba y no pude preparar nada vegano para Maia (aprovechamos estas situaciones para saber que tampoco era alérgica al huevo).
Pero todo salió muchísimo mejor de lo que esperábamos, mientras lo escribo se me llenan los ojos de lágrimas, ahora me río, pero fue bastante intenso y a la vez muy muy muy gratificante. Nuestro esfuerzo estaba siendo recompensado.
También Nos dimos cuenta de que muchas niñas y niños tenían rechazo a la carne, lo vimos en nuestro entorno, teníamos conocidas que trituraban el pollo con el puré para obligar a sus hijas a comerlo, porque a sus hijas «les daba asco» morderlo.
Pero Maia no tuvo que pasar por ese mal trago. A diferencia de otras familias, nosotras a Maia no la obligamos a comer nunca nada, siempre hemos buscado alternativas nutricionales distintas, y las horas de las comidas nunca han sido una batalla campal, al contrario, siempre han sido momentos de explorar, reir, manipular, probar y experimentar.
En nuestra casa, a la hora de la comida también se juega.
Sin imposiciones y sin obligaciones…
Su primer curso en la escuela, terminó.
La siguiente fase estaba apunto de comenzar… se acercaba el momento de verbalizar el tema, de darle opciones y dejar que ella elija sus propias cartas.
Continuará…
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